Calendario romano (II)

Gayo Julio César
Busto de Gayo Julio César

La reforma de Julio César


El deseo, largamente perseguido, de terminar con el desfase entre el año solar y el calendario lunar de Numa, siguió estando presente. Ésta fue la razón por la que Julio César acometió la tarea de reformar el calendario de tal manera que este problema desapareciera para siempre. El historiador Suetonio lo cuenta de la siguiente manera:
Entonces Julio César se dedicó a la organización de la república: reformó el calendario, tan desordenado por culpa de los pontífices y del abuso, ya antiguo, de las intercalaciones, por lo que las fiestas de la recolección no coincidían ya en verano ni las de la vendimia en otoño. Distribuyó el año según el curso del sol y lo compuso de 365 días y aumentó un  día cada 4 años. (Suetonio, Vidas de los doce Césares, 1.49)
César, pues, acometió la tarea de reformar definitivamente el calendario. Para conseguirlo, llamó a Sosígenes, un astrónomo griego al que se atribuye la redacción de algunos tratados de astronomía, hoy desaparecido. Sabemos, sin embargo, que en esos tratados Sosígenes enunciaba la rotación de Mercurio alrededor del Sol.
En el año 46 a. C. el astrónomo se puso a la tarea. Después de un período de estudio, estableció la duración del año en 365 días y 6 horas, distribuidos de la siguiente manera:
Februarius: 29 días
Aprilis. Iunius, Sextilis, October; December (meses pares): 30 días.
Iannuarius, Martius, Maius, Quintilis; September, Mouember (impares): 31 días.
Las 6 horas restantes se iban acumulando y, cada cuatro años, se añadía un día más a Februarius. Sin embargo tal añadido no se hacía a final de mes, como hacemos nosotros; los romanos repetían el día 24 que, como veremos, se llamaba ante die sextum Kalendas Martias. El día extra se denominó, por tanto, ante diem bis sextum Kalendas Martias. Por tal razón seguimos llamando bisiestos a estos años especiales.

Tras la muerte de Julio César


Una vez muerto César, Marco Antonio propuso que le fuera dedicado el mes en el que había nacido. Así, Quintilis pasó a llamarse desde entonces Iulius (julio). Algunos años después, en el 8 d. C., ocurrió algo parecido con el mes Sextilis, pues un decreto del Senado cambió su nombre para poder dedicárselo a Octavio Augusto, pues fue justamente en Sextilis cuando el emperador había conseguido sus victorias más importantes. Así, el mes pasó a llamarse Augustus (agosto).
Sin embargo, se planteó un problema, pues el mes dedicado a Julio César tenía un día más. Para resolver este agravio, se le añadió un día tomado de Februarius, que pasó a tener sólo 28.
Finalmente, para evitar que hubiera tres meses seguidos con 31 días, se alteraron los días de los meses posteriores a Agosto.
Éste calendario se mantuvo inalterado hasta 1528, en el que se introdujeron algunas leves reformas ideadas por el astrónomo italiano Luigi Lilio por encargo del papa Gregorio XIII. Es la fecha de nacimiento del calendario gregoriano.

La semana y los días


La semana tardó en imponerse. Al principio, hasta bien entrada la época republicana, no existía, de manera que Roma no se regía por semanas sino por nundinae. Una nundina es un día de mercado, y, para los romanos, el período de nueve días comprendido entre dos días de mercado (dos nundinae) era el más importante. Siempre se hablaba de “la próxima nundina” o “dentro de dos nundinae”, etc.
La semana de siete días, no obstante, se fue aceptando poco a poco y consiguió imponerse en época imperial. Probablemente surgió por influencia de Egipto, cuyo calendario había dedicado un día a cada uno de los siete grandes astros conocidos en su tiempo, distribuyéndolos desde el más lejano al más cercano a la tierra: Saturno, Júpiter y Marte, por un lado, y Sol, Venus, Mercurio y Luna.
Los romanos llamaron así a los días de la semana:
1.- Saturni dies o ‘día de Saturno’
2.- Solis dies o ‘día del Sol’
3.- Lunae dies o ‘día de la Luna’, nuestro lunes.
4.- Martis dies o ‘día de Marte’, nuestro martes.
5.- Mercurii dies o ‘día de Mercurio’, nuestro miércoles.
6.- Iouis dies o ‘día de Iove (Júpiter)’, nuestro jueves.
7.- Veneris dies o ‘día de Venus’, nuestro viernes.
Esta denominación ha sufrido algunas alteraciones en algunas lenguas: así, el día de Saturno cambió su nombre por el de Sábado, palabra derivada de Sabbath ‘descanso’. Y el día del Sol, en el que se produjo la resurrección de Cristo, fue llamado Dominicus dies ‘día del Señor’. Esta denominación se debe al emperador Constantino que, en el año 321, implantó definitivamente la semana de siete días, que empezaba en el Domingo. Sin embargo, en otras lenguas, como el inglés, no prosperó la reforma de Constantino y sigue utilizándose la antigua denominación:
Saturday (Día de Saturno) y Sunday (Día del Sol). 
Constantino decretó que el Domingo fuese día de descanso, dedicado a adorar a Dios, en lugar del sábado, como era costumbre entre los judíos. Quizá buscaba de esta manera satisfacer a los numerosos seguidores de Mitra, adoradores del sol.

Las horas


Se debe a los sumerios la división del día en 24 horas, de las horas en 60 minutos y de los minutos en 60 segundos.
Después de otros sistemas (basados en los nombres de los días de la semana) los romanos dividieron el día en doce partes (no iguales), a las que llamaron horas. El punto de partida era la salida del sol, de manera que la hora sexta coincidía con el mediodía. La hora sexta, por cierto, es la que utilizaban para descansar durante el día. De ahí deriva el nombre de Siesta. En cualquier caso, para paliar la relativa imprecisión de este sistema, utilizaban las frases ante meridiem (‘antes del mediodía’) y post meridiem (‘después del mediodía’).
La noche se dividió primero en cuatro partes iguales, llamadas uigiliae (‘vigilias’), cuatro períodos de aproximadamente tres horas de duración, al modo de las guardias militares. Más tarde, la noche se dividió también en un período de 12 horas.
En un próximo artículo intentaré explicar de una manera sencilla la, aparentemente compleja, manera de fechar de los romanos. Hoy, terminaré con unos versos de Persio sobre el tiempo:
Indulge genio, carpamus dulcia, nostrum est
quod uiuis. Cinis et manes et fabula fies.
Uiue memor leti. Fugit hora, hoc quod loquor inde est.
‘No seas duro con tu genio; tomemos las cosas dulces.
Sólo lo que vivimos es nuestro. Te convertirás en cenizas, en una sombra, en palabras.
Vive recordando la muerte. El tiempo huye.
Este momento en el que hablo, ya es pasado’ (Persio, Sátiras, 5.150)

2 comentarios:

Fernando dijo...

Si cada carta de el Manuscrito de Paros, me produce los sentimientos de los Preludios de Chopin, estas lecciones me recuerdan el Cuaderno de Ana Magdalena de Bach. Aparentemente escrito para enseñar a su hija a tocar el Clave, es una maravilla.
Las reflexiones sobre la democracia, son como las sonatas con nombre de Beethoven (Patetica, La Tempestad....). Cada vez que las toco, descubro algo de lo que no me había dado cuenta.
Como diria Forges "chasgracias".

Anco Marc dijo...

Mu bonico Fernando, pero Ana Magdalena era la esposa (segunda), de JB Bach, no su hija.