Agustín García Calvo

Página dedicada a Agustín García Calvo. En ella hay algunas de sus muchas intervenciones, en las que siempre aflora su genio y su permanente postura contra el signo de los tiempos. Nunca se cansó de navegar contra corriente.

Agustín García Calvo

¡Canta, diosa, la ira de Aquiles el de Peleo!, 
ira maldita, que echó en los Aquivos tanto de duelos, 
y almas muchas valientes allá arrojó a los infiernos 
de hombres de pro, a los que dejó por presa a los perros 
y pájaros todos; y se cumplía de Zeus el acuerdo, 
desde la vez que primera discordes se despartieron 
señor-de-mesnada el Atreida y Aquiles hijo-del-cielo.
(Homero, Ilíada, 1 y ss. Versión rítmica de Agustín García Calvo)

5 comentarios:

Rosa dijo...

En primer lugar , quería dar las gracias a vuestros comentarios que me animan a seguir pensando y a disfrutar de vuestros escritos.
Veo que en general, el concepto de humanidad se ha visto en sus aspectos positivos y que, nos dan esperanza, pero humanidad también quiere decir género humano y, estos humanos también tienen muchos aspectos que nos avergüenzan, entre ellos la violencia y sadismo, cómo desgraciadamente estamos viendo en Ucrania.
Cuando era jovencita tenía grandes discusiones con mi padre porque yo creía que era fácil construir un mundo mejor y él desde su experiencia, intentaba hacerme comprender que no era tan fácil.
Bernardo con sus explicaciones me lo ha hecho recordar, es una lástima que la experiencia de los mayores la apreciemos cuando hemos envejecido, aunque la esperanza que nos sigue animando, consiste en seguir insistiendo en crear vínculos entre nosotros con afecto y el respeto, y esto es lo que debería llenar el concepto de humanidad.

Isra dijo...

Buenas tardes a todos,

Mil millones de gracias por la recopilación tan magnífica que se ha realizado de las aportaciones de Agustín García Calvo. Tengo la sensación que, gracias a este blog, estamos creando una comunidad que se apasiona por aprender de aquellos que vivieron antes que nosotros para poder caminar a hombros de gigantes. He leído la entrada, 'In memoriam' y me he sentido transportado a un mundo que no conocí pero que siento como parte de mi historia.

Tengo tanto por aprender.

Escucharé con atención los audios y dejaré aquí impresas mis sensaciones. Un abrazo a todos, Isra.

Jorge dijo...

Sólo de lo negado
Agustín García Calvo
Canciones y soliloquios

Sólo de lo negado canta el hombre,
sólo de lo perdido,
sólo de la añoranza,
siempre de lo mismo.

Cuando cerró para siempre el huerto
la cancela de espinos,
entonces inventó la queja de la lira,
la flauta del suspiro.

Y desde entonces sólo canta
en su torre el cautivo,
a su rueca la esclava,
el desterrado en el navío.

De la jaula aletea y sangra
el pájaro desconocido;
salir quiere y no puede:
su jaula es él mismo.

Y por eso el minero canta,
por un sol de oro limpio;
canta el pobre, la pena canta;
no canta el rico.

Entre las piernas de la amiga,
vida busca el amigo,
y se encuentra con un tesoro,
de verdes ojos fríos.

Y así es como canta el hombre,
por su niño antiguo,
y la boca sin pan y sin besos
y el cielo vacío:

siempre de la añoranza, de lo negado,
de lo perdido;
siempre de lo de otro,
nunca de lo mío.

Anónimo dijo...

Conmovedor…
Me atrevo a añadir otro poema (también canción en la voz de Amancio Prada)

Las moras negras
(Agustín García Calvo)

Creí que buscaba
las moras negras,
y encontré la rosa de zarza.

Creí que cortaba
la rosa blanca,
y se hincó la espina en mis venas.

Creí que saldría
clavel caliente,
y brotó un arroyo de leche.

Creí que el arroyo
se hundía en tierra,
y fluyó al Océano verde.

Creí que era aquello
el verde Océano,
y era el río eterno de estrellas.

Creí que hallaría,
cruzando el cielo,
al Señor del todo y la nada.

Y sólo encontré
puñado de moras
que de amor en mi mano sangraban.

Jorge dijo...

Muchas gracias, Miriam. "En la cara le daba el aire". Añado otro poema de Agustín García Calvo (también en la voz de Amancio Prada)

El hombre dormido
Agustín García Calvo

En la cara le daba el aire
y no se meneaba.
La sombra de los abedules
le bailaba en la cara
y no parpadeaba.
Le manaba
del rincón de la boca,
un hilillo de fresca baba
y a él, no, no, no, no
no se le daba nada.
Era el hombre dormido
que bien alentaba.

Y el sueño bendito
le despertaba
amor de balde,
por sus entrañas
dulces, lejanas.

El sueño sin nombre
le desleía el alma,
el airecillo,
le secaba la lágrimas.
Y él no, no, no, no, no
no sabía nada.

En la cara le daba el aire.