La persistencia de la palabra

ΜΗΝΙΝ ΑΕΙΔΕ ΘΕΑ, ΠΗΛΗΙΑΔΕΩ ΑΧΙΛΗΟΣ
ΟΥΛΟΜΕΝΗΝ, Η ΜΥΡΙ’ ΑΧΑΙΟΙΣ ΑΛΓΕ’ ΕΘΕΚΕ
ΠΟΛΛΑΣ Δ’ ΙΦΘΙΜΟΥΣ ΨΥΧΑΣ ΑΙΔΙ ΠΡΟΙΑΨΕΝ
ΗΡΩΩΝ, ΑΥΤΥΣ ΔΕ ΕΛΩΡΙΑ ΤΕΥΧΕ ΚΥΝΕΣΣΙΝ
ΟΙΩΝΟΙΣΙ ΤΕ ΠΑΣΙ, ΔΙΟΣ Δ’ ΕΤΕΛΕΙΕΤΟ ΒΟΥΛΗ,
ΕΞ ΟΥ ΔΗ ΤΑ ΠΡΩΤΑ ΔΙΑΣΤΗΤΗΝ ΕΡΙΣΑΝΤΕ
ΑΤΡΕΙΔΗΣ ΤΕ ΑΝΑΞ ΑΝΔΡΩΝ ΚΑΙ ΔΙΟΣ ΑΧΙΛΕΥΣ.


¡Canta, diosa, la ira de Aquiles el de Peleo!, 
ira maldita, que echó en los Aquivos tanto de duelos, 
y almas muchas valientes allá arrojó a los infiernos 
de hombres de pro, a los que dejó por presa a los perros 
y pájaros todos; y se cumplía de Zeus el acuerdo, 
desde la vez que primera discordes se despartieron 
señor-de-mesnada el Atreida y Aquiles hijo-del-cielo.
(Homero, Ilíada, 1 y ss. Versión rítmica de Agustín García Calvo)

Día del Libro
Encuentro músico-literario de la Delegación de Madrid de la SEEC
23 ABRIL 2022, 12.00h
MUSEO DE SAN ISIDRO
Pl. de San Andrés, 2 Madrid

Voz: BERNARDO SOUVIRÓN
Música: DIMITRI PSONIS

Textos de Tucídides

1.- Declaración de intenciones.
Sin embargo, no se equivocará quien, de acuerdo con los indicios expuestos, crea que los hechos a los que me he referido sucedieron poco más o menos como he dicho, y no de más crédito a lo que sobre tales hechos han cantado los poetas o han compuesto otros escritores. Con frecuencia muchos autores escriben sobre cosas de las que no tienen pruebas y sobre hechos que, debido al paso del tiempo, resultan en su mayor parte increíbles, inmersos en el mito.
Quizá la falta de un elemento mítico en mi narración reste encanto a mi obra. Pero si cuantos quieren tener un conocimiento exacto de los hechos del pasado (y de los que, de acuerdo con las leyes de la naturaleza humana, habrán de ser iguales o semejantes en el futuro) consideran que mi obra es útil, entonces será suficiente. Mi obra ha sido compuesta como una adquisición para siempre, no como una pieza de concurso para deleite de un momento. (1.21-22)

Imperialismo y democracia. De Atenas a los EEUU. Bernardo Souvirón
Alayor, Menorca. Primavera 2013
Talleres Islados:

2.- Pericles reconoce la tiranía exterior de Atenas.
No penséis que lucháis por una sola cosa, impedir que vuestra libertad se convierta en esclavitud, sino también por evitar la pérdida de vuestro imperio y el peligro resultante de los odios que os atrajisteis en el mando. Ni siquiera os es posible deponerlo, si es que alguno en la hora presente, temeroso, lo propone por pacifismo, dándoselas de hombre de bien, pues lo habéis convertido ya en una tiranía, cosa cuya consecución se considera injusta, pero el renunciar a ella, peligroso. 

3.- Estragos morales producidos por las guerras civiles.
  • 3. 82. 2. 
Muchas calamidades se abatieron sobre las ciudades con motivo de las luchas civiles, calamidades que ocurren y que siempre ocurrirán mientras la naturaleza humana sea la misma [...] En tiempos de paz y prosperidad los Estados y los particulares son magnánimos porque no se ven urgidos por situaciones de imperiosa necesidad. Mas la guerra, que arrebata el bienestar de la vida cotidiana, es un feroz maestro que modela los sentimientos de acuerdo con las circunstancias.
  • 3. 82. 4. 
Cambió el significado normal de las palabras, y se distanció de los hechos [...] La audacia irreflexiva pasó a ser considerada un valor fundado en la lealtad al partido; la vacilación prudente se consideró cobardía disfrazada; la moderación, una máscara para encubrir la falta de hombría, y la inteligencia [...] incapacidad total para la acción. La precipitación irreflexiva se tomó como cualidad viril y la precaución con vistas a la seguridad se consideró un pretexto para eludir el peligro. 
  • 3. 82.6. 
Los vínculos de sangre llegaron a ser más débiles que los del partido, [...] porque estas asociaciones no se constituían de acuerdo con las leyes establecidas para el bien público, sino al margen de la ley y al servicio de la codicia. Las garantías recíprocas no se basaban tanto en juramentos de fidelidad como en la trasgresión de la ley perpetrada en común. Las propuestas de los adversarios, especialmente si detentaban el poder, eran aceptadas por precaución realista, no por nobleza de espíritu. 
  • 3. 82.7-8. 
Quien triunfaba basándose en el engaño conseguía como trofeo la fama de inteligencia, pues la mayor parte de los hombres aceptan mejor el calificativo de inteligentes cuando son unos canallas que el de cándidos cuando son hombres de bien: de esto se avergüenzan, mientras que de aquello se enorgullecen. En realidad, la causa de todos estos males era el deseo de poder inspirado por la codicia y la ambición.

4.- Palabras de Alcibíades en relación con la democracia.
En cuanto a la democracia, todos los que somos personas sabemos lo que vale, y yo mismo mejor que ningún podría denigrarla, en cuanto que he recibido de ella el peor trato. Pero nada nuevo podría decir sobre lo que todo el mundo reconoce que es una insensatez. En cambio, nos parecía una empresa algo arriesgada fomentar el cambio político estando vosotros, enemigos nuestros, o nuestras puertas.

5.- Diálogo de los melios. Expresión de una de las leyes históricas: la del más fuerte.
  • 5. 86
Melios: “La oportunidad de explicarnos mutuamente nuestros puntos de vista no merece ningún reproche. Sin embargo, la realidad de la guerra [...] parece estar en desacuerdo con una propuesta como ésta. En efecto, vemos que vosotros habéis venido como jueces de lo que aquí vaya a tratarse, y vemos también que a nosotros el fin del debate nos traerá con toda probabilidad el siguiente resultado: si logramos imponernos en el campo de la ley y por ello no cedemos, la guerra; y si nos dejamos convencer, la esclavitud”.
  • 5. 89. 
Atenienses: “Se trata de alcanzar un acuerdo que sea posible de acuerdo con lo que unos y otros sentimos, porque vosotros habéis aprendido, igual que lo sabemos nosotros, que en relación con los asuntos humanos (ἐν tῷ ἀνθωπείῳ λόγῳ) sólo cabe juzgar (κρίνεται) lo que es justo (δίκαια) cuando se parte de una igualdad de fuerzas. En caso contrario, los poderosos determinan (πράσσουσι) lo que es posible (δυνατά) y los más débiles lo aceptan”.
  • 5. 91-93. 
Atenienses: No son los que ejercen el poder sobre otros quienes son temibles para los que han sido vencidos, [...] son temibles los súbditos (ὑπηκοοί) si un día llegan a atacar y vencer a sus dominadores. [...] Nosotros queremos someteros sin daño y que vuestra salvación sea útil para ambas partes”.
Melios: “Y ¿cómo ha de resultar útil para nosotros convertirnos en esclavos en la misma medida que para vosotros esclavizarnos?”.
Atenienses: “Porque vosotros, al ser nuestros súbditos (ὑπακοῦσαι), no sufriríais los males más terribles, y nosotros, al no destruiros, obtendríamos beneficio”.

(En relación con estos textos de Tucídides cabe relacionar esta cita de Th. Hobbes -De Cive, 8.1-: Está escrita unos dos mil años después que la obra de Tucídides, pero va en la misma línea. En realidad, también cabe preguntarse si hoy hemos superado esta concepción. La cita es la siguiente: 
El bien que recibe el vencido o el más débil es la vida que, por el derecho de guerra y en el estado natural de los hombres, podía serle quitada; y la ventaja que promete al vencedor es su servicio o su obediencia.)
  • 5. 116. 
Los melios [...] se rindieron a los atenienses. Estos mataron a todos los melios adultos que apresaron y redujeron a la esclavitud a niños y mujeres. Y ellos mismos, con el posterior envío de quinientos colonos, poblaron el lugar.

Discurso de Pericles

Discurso pronunciado por Pericles en honor de los primeros caídos en la guerra del Peloponeso


“Tenemos un régimen de gobierno que no envidia las leyes de otras ciudades, sino que más bien somos ejemplo para otros que imitadores de los demás. Su nombre es democracia, por no depender el gobierno de pocos, sino de un número mayor; de acuerdo con nuestras leyes, cada ciudadano está en situación de igualdad de derechos en las disensiones privadas, mientras que según el renombre cada uno, a juicio de la estimación publica, así es honrado cada cual en los asuntos públicos. Y no tanto por la clase social a que pertenece, como por su mérito, ni tampoco, en caso de pobreza, se le impide actuar en beneficio de la ciudad por la oscuridad de su fama.
[…]
Nos hemos procurado además muchos recreos del espíritu, pues tenemos juegos y sacrificios anuales, y hermosas casas particulares, cosas cuyo disfrute diario aleja las preocupaciones; ya causa del gran número de habitantes de la ciudad, entran en ella las riquezas de toda la tierra. Y así sucede que la utilidad que obtenemos de los bienes que se producen en nuestro país no es menos real que la que obtenemos de los demás pueblos. 
[…]
Amamos la belleza con poco gasto y la sabiduría sin relajación; y utilizamos la riqueza como el medio para la acción más que como motivo de jactancia, y no es vergonzoso entre nosotros confesar la pobreza, sino que lo es más el no huir de ella. Por otra parte, nos preocupamos de los asuntos privados y de los públicos, y gentes de diferentes oficios conocen suficientemente los asuntos públicos; pues somos los únicos que consideramos a quien nada participa en ellos no un hombre pacífico, sino inútil. 
[…]
Afirmo que Atenas es la escuela de Grecia, y creo que cualquier ateniense puede lograr una personalidad completa, y dotada de la mayor flexibilidad, en los más distintos aspectos de la vida.
[…]
Ninguno de éstos flaqueó poniendo delante el goce de la riqueza que le estaba reservado ni retardó el peligro por la esperanza de poder enriquecerse todavía si quedaba indemne, sino que considerando más deseable que estas cosas el castigo del enemigo, y juzgando además que éste era el más hermoso de los peligros, decidieron, arriesgándose a él, castigar al enemigo y privarse de aquellos bienes, confiando a la esperanza la incertidumbre del éxito y atreviéndose, en cambio, al obrar, a confiar en sí mismos.
Consideraron, pues, en el trance mismo de la lucha, que debían sufrir la muerte antes de salvarse huyendo, y evitaron una fama vergonzosa. Sostuvieron la lucha al precio de la vida y, en un breve instante del azar, en la culminación de su gloria, no de su miedo, murieron. […] Y dando sus vidas por el interés común reciben para sí mismos una alabanza inmortal y la más gloriosa tumba: no el lugar en el que yacen; su tumba es otra; otra en la que queda para siempre su gloria, hecha inmortal en el corazón de todos los hombres. Pues la tierra entera es la tumba de los hombres buenos. Es una tumba que no está indicada sólo por la inscripción de las columnas sepulcrales en el país propio, sino que, aun en el extraño, vive en cada hombre como un recuerdo no escrito, grabado en el corazón, no en algo material.
[…]
Por ello ni os compadezco ahora a vosotros, sus padres, cuantos estáis presentes; pues, criados en medio de toda clase de adversidades, sabéis que la buena fortuna pertenece a quienes reciben, como vuestros hijos ahora, la muerte más hermosa. […] Y los que habéis traspasado ya el umbral de la juventud, pensad que la parte de vuestra vida en que fuisteis felices es vuestra mayor ganancia, y que esta otra parte de vuestra vida será breve. Encontrad el consuelo en la gloria de vuestros hijos, porque el deseo de honores es lo único ajeno a la vejez, y en la parte inútil de la vida no es, como algunos dicen, el deseo de lucrarse lo que predomina, sino recibir honores.
[…]
Y si debo también hacer una mención en relación con la virtud de las mujeres que desde ahora serán viudas, con una breve indicación lo diré todo. Vuestra gloria consistirá en no ser inferiores a vuestra condición natural y, por tanto, en que entre los hombres haya sobre vosotras las menores conversaciones posibles, sea para alabaros o para criticaros”.
(TUCÍDIDES, Historia de la guerra del Peloponeso, 37 y ss.)
Pericles, hijo de Xantipo, ateniense
Busto de Pericles con la inscripción “Pericles, hijo de Xantipo, ateniense”. Mármol, copia romana de un original griego de ca. 430 a.C.