La persistencia de la palabra

ΜΗΝΙΝ ΑΕΙΔΕ ΘΕΑ, ΠΗΛΗΙΑΔΕΩ ΑΧΙΛΗΟΣ
ΟΥΛΟΜΕΝΗΝ, Η ΜΥΡΙ’ ΑΧΑΙΟΙΣ ΑΛΓΕ’ ΕΘΕΚΕ
ΠΟΛΛΑΣ Δ’ ΙΦΘΙΜΟΥΣ ΨΥΧΑΣ ΑΙΔΙ ΠΡΟΙΑΨΕΝ
ΗΡΩΩΝ, ΑΥΤΥΣ ΔΕ ΕΛΩΡΙΑ ΤΕΥΧΕ ΚΥΝΕΣΣΙΝ
ΟΙΩΝΟΙΣΙ ΤΕ ΠΑΣΙ, ΔΙΟΣ Δ’ ΕΤΕΛΕΙΕΤΟ ΒΟΥΛΗ,
ΕΞ ΟΥ ΔΗ ΤΑ ΠΡΩΤΑ ΔΙΑΣΤΗΤΗΝ ΕΡΙΣΑΝΤΕ
ΑΤΡΕΙΔΗΣ ΤΕ ΑΝΑΞ ΑΝΔΡΩΝ ΚΑΙ ΔΙΟΣ ΑΧΙΛΕΥΣ.


¡Canta, diosa, la ira de Aquiles el de Peleo!, 
ira maldita, que echó en los Aquivos tanto de duelos, 
y almas muchas valientes allá arrojó a los infiernos 
de hombres de pro, a los que dejó por presa a los perros 
y pájaros todos; y se cumplía de Zeus el acuerdo, 
desde la vez que primera discordes se despartieron 
señor-de-mesnada el Atreida y Aquiles hijo-del-cielo.
(Homero, Ilíada, 1 y ss. Versión rítmica de Agustín García Calvo)

Día del Libro
Encuentro músico-literario de la Delegación de Madrid de la SEEC
23 ABRIL 2022, 12.00h
MUSEO DE SAN ISIDRO
Pl. de San Andrés, 2 Madrid

Voz: BERNARDO SOUVIRÓN
Música: DIMITRI PSONIS

2 comentarios:

Míriam dijo...

Mil gracias, Jorge.
Estremecedor el fragmento del sueño de Aquiles, cuando le visita el alma en pena de Patroclo…, qué tristeza, pero, a la vez, qué belleza…
La voz de Bernardo junto con la música de Dimitri Psonis transportan mágicamente, a través de la preciosa traducción de A. García Calvo.

Jorge dijo...

Miriam, es estremecedor y muy hermoso, como la espuma afilada de la olas.

Pero el Peleida a la orilla del mar milborborilento
estaba, tendido entre muchos Murmídones, hondo gimiendo
en el arenal, donde iban las olas la costa batiendo.
Que pronto a él lo venció, desatando sus cuitas, un sueño
profundo, tendido a redor (y fatiga pesaba en sus miembros,
de andar contra Ílïo airosa en pos corriendo de Héctor),
y el ánima vino a él del buen Patroclés doloriento,
en todo a él semejada, el grandor, los ojos tan bellos,
también en la voz, y de ropa tal cual vestido su cuerpo;
que sobre su cabeza posó, y le dijo de verbos:
“Duermes, Aquiles, y estás olvidado de mí por entero.
No de mí vivo estás descuidado, sí de mí muerto:
¡dáme cuanto antes sepulcro, que pase el portal del averno!
Me cierran las almas el paso, figuras de los que fueron,
y aún no me dejan el río cruzar a juntarme con ellos,
mas por la mansión portiancha de Aides sin fin merodeo.
Y aun ¡dáme la mano, que llore! Pues nunca saldré ya de nuevo
de casa de Aides, después que me deis mi parte del fuego.
Que nunca ya, vivos, sentados aparte de los compañeros,
más planes podremos urdir. Ah no, que a mí el hado negro
tragado odïoso me ha, el que me hizo suyo en naciendo.
Y tú también es ley, Aquiles de-dioses-parejo,
que vas bajo el muro a morir de los Troes belvalideros,
por Hélena belcabellina con bárbaros combatiendo.
Y aún más te digo y te encargo, si bien me atiendes en ello:
ino pongas aparte tú de los tuyos, Aquiles, mis huesos!,
no, sino juntos, según me crié junto a tí en vuestro techo,
desde que, siendo muy chico, me fué de Opoente Menecio
a vuestra casa a llevar, por mor de un trance cruento,
del día que al niño de Anfidamante lo hube yo muerto,
loco de mí, sin querer, por tabas airado en el juego,
que allí, en su palacio acogido, Peleo el belcorcelero
con cuidos criándome fué, y me nombró tu fiel camarlengo:
así nuestros huesos también una urna guarde en encierro,
la de oro y de asas que vino tu augusta madre a traernos.”
Que a él Aquiles pie-raudo le hablaba así respondiendo:
“¿Por qué, bendita cabeza, a mí eres venido aquí y esos
encargos uno por uno me mandas? Todo, por cierto,
yo te lo he de cumplir y atender a tus mandamientos.
Ah, pero ¡pónte más cerca!, que, un rato abrazados al menos
uno con otro, de lúgubre llanto ahitos quedemos.”
Tal que hubo dicho, adelante tendió los brazos abiertos;
mas no lo cogió; y era ida ya el ánima bajo el suelo,
como humo, con un estridor. Y se alzó en un pasmo Aquileo;
y palmoteó de sus manos, y dijo en triste lamento:
“¡Ayme guay! Algo hay en el reino de Aides, de cierto,
que es ánima y forma, aunque no haya ningunas mientes en ello:
pues toda la noche se ha estado ante mí el ánima irguiendo
del mísero Patroclés, quejumbrosa y triste plañendo,
y encargos me daba; y asombro lo igual que era a él en el gesto.”
Tal dijo; y en todos de llanto avivó la gana y deseo.

(Homero, Ilíada, XXIII, 59 y ss.
Versión rítmica de Agustín García Calvo)