Efímeros

ἐπάμεροι. τί δὲ τις; τί δ' οὔ τις; σκιᾶς ὄναρ ἄνθρωπος. 

Seres de un día. ¿Qué es uno? ¿Qué no es? El hombre es el sueño de una sombra. (Píndaro, Nemea, 8. 95).
Píndaro

Historia de la guerra del Peloponeso

Muchas calamidades se abatieron sobre las ciudades con motivo de la guerra, calamidades que ocurren y que siempre ocurrirán mientras la naturaleza humana sea la misma [...]
En tiempos de paz y prosperidad los Estados y los particulares son magnánimos porque no se ven urgidos por situaciones de imperiosa necesidad. Mas la guerra, que arrebata el bienestar de la vida cotidiana, es un feroz maestro que modela los sentimientos de acuerdo con las circunstancias.
(Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, 3.82.2)

Tucídides

Los griegos y lo irracional

Hola, buenos días. Ayer, durante la clase, cité de pasada un pasaje del profesor Dodds. Cuando, hace tiempo, trataba yo de comparar lo que sucedió en nuestro mundo durante los años 80 con lo sucedido en la Atenas de finales del s. V, este párrafo de Dodds me resultó maravillosamente clarificador.
En los años 80 se produjeron en el mundo movimientos políticos que supusieron, a mi juicio, una inflexión en nuestra historia reciente. Movimientos conservadores que renegaron del camino iniciado tras la Segunda Guerra Mundial (R. Reagan en EEUU, M. Thatcher en Inglaterra, el giro capitalista en China, la destrucción de toda esperanza de paz en Oriente Medio, la revolución de los ayatolas en Irán, el principio del integrismo radical en el mundo musulmán...) terminaron con la esperanza que, como yo, tenían muchos jóvenes en todas partes del mundo.
Se produjo una desesperanza muy profunda entre quienes creíamos que el mundo iba a cambiar para mejor, pues estábamos inmersos en la creencia de que somos un planeta, una especie, y soñábamos con la desaparición de las fronteras.
Fue entonces cuando leí este texto de Dodds, que imaginaba a un jinete (la humanidad) sobre un caballo (la historia); ambos se encaminaban a dar el salto decisivo hacia un mundo nuevo. Pero el salto no se produjo.

“Nosotros hemos experimentado una gran época de racionalismo, marcada por adelantos científicos más allá de todo lo que en épocas anteriores se hubiera creído posible, y que ha enfrentado a la humanidad con la esperanza de una sociedad más abierta que ninguna otra que jamás haya conocido.

Y en los últimos cuarenta años hemos experimentado asimismo algo más: los síntomas inequívocos de un retraimiento ante esta perspectiva. 

¿Qué significan este retraimiento y esta duda? ¿Es la vacilación que precede al salto, o el comienzo del pánico fugitivo? Sobre una cuestión de tal naturaleza un simple profesor de griego no es quién para opinar. Pero puede hacer una cosa. Puede recordar a sus lectores que una vez en la historia un pueblo cabalgó hacia ese mismo salto, cabalgó hacia él y rehusó darlo. Y puede rogar a sus lectores que examinen todas las circunstancias de esa negativa.

¿Fue el caballo el que se negó, o el jinete? Esta es en realidad la cuestión crucial. Personalmente creo que fue el caballo, es decir, los elementos irracionales de la naturaleza humana que gobiernan sin nuestro conocimiento una parte tan grande de nuestra conducta y una parte tan grande de lo que creemos nuestro pensamiento. Y si tengo razón en esto, puedo ver en este hecho razones para esperar.

Los hombres que crearon el primer racionalismo europeo no fueron nunca ‘meros’ racionalistas, es decir, fueron profunda e imaginativamente conscientes del poder, el misterio y el peligro de lo irracional. Pero sólo podían describir lo que acontecía por debajo del umbral de la conciencia en un lenguaje mitológico o simbólico; no tenían instrumento alguno para entenderlo, menos aún para controlarlo, y en la Época Helenística muchos de ellos cometieron el error fatal de creer que podían ignorarlo. 

El hombre moderno, por el contrario, está empezando a adquirir ese instrumento. Está todavía muy lejos de ser perfecto, y no siempre se le maneja con habilidad. En muchos campos, incluso en el de la historia, sus posibilidades y sus limitaciones están aún por probar. No obstante, parece ofrecer esperanzas de que, si lo usamos sabiamente, llegaremos por fin a comprender mejor a nuestro caballo; de que, comprendiéndolo mejor, podremos, mediante un entrenamiento mejor, vencer su miedo, y de que, venciendo el miedo, caballo y jinete darán un día ese salto decisivo, y lo darán con éxito”.

(E.R. DODDS, Los griegos y lo irracional)


Son palabras escritas hace tiempo, cuando la revolución tecnológica que vivimos hoy ni siquiera podía imaginarse. Pero, en mi opinión, son palabras sabias, con las que, una y otra vez, me siento identificado.
Quizá os ayuden también a comprender ese mundo de quienes "crearon el primer racionalismo europeo", en el que vamos a sumergirnos.
Un abrazo. Y salud.
E.R. DODDS, Los griegos y lo irracional

Ulises, Alfred Lord Tennyson (1809-1892)

De nada sirve que viva como un rey inútil
junto a este hogar apagado, entre rocas estériles,
consorte de una anciana,
inventando y decidiendo leyes arbitrarias para un pueblo bárbaro,
que acumula, y duerme, y se alimenta,
y no sabe ya quién soy.
[…]
No encuentro descanso al no viajar; quiero beber
la vida hasta las heces. Siempre he gozado mucho,
he sufrido mucho, con quienes me amaban o en soledad;
en la costa y cuando con veloces corrientes
las constelaciones de la lluvia irritaban el mar oscuro.
Y he llegado a ser famoso, pues siempre en camino,
impulsado por un corazón hambriento
he visto y conocido mucho […]
y he bebido el placer del combate junto a mis iguales,
allá lejos, en las resonantes llanuras de la lluviosa Troya.

Formo parte de todo lo que he visto;
y, sin embargo, toda experiencia es un arco a través del cual
un mundo ignoto se vislumbra,
un horizonte que huye
una y otra vez mientras avanzo.
¡Qué cansancio es detenerse, terminar,
oxidarse sin brillo, no resplandecer con el ejercicio!
Como si respirar fuera la vida.
Una vida sobre otra
sería del todo insuficiente,
y de la única que tengo poco ya me resta.
Pero cada hora me rescata del silencio eterno,
añade algo, trae algo nuevo;
y sería despreciable […]
refrenar este espíritu ya viejo, pero que arde en el deseo
de seguir aprendiendo como se sigue a una estrella que cae
más allá del límite más recóndito del pensamiento humano.
[…]
Allí está el puerto; el barco extiende sus velas;
allí llama el amplio y oscuro mar.
Vosotros, mis marineros, almas que habéis trabajado
y sufrido y pensado junto a mí,
y que siempre recibisteis con alegre bienvenida
al trueno o al día despejado,
recibiéndolos con corazones libres
e inteligencias libres,
vosotros y yo hemos envejecido.
Mas la ancianidad tiene todavía su honra y su trabajo.
La muerte lo acaba todo: pero algo antes del fin,
alguna labor excelente y notable, todavía puede realizarse,
no indigna de quienes compartieron el campo de batalla con los dioses.

Las estrellas comienzan a brillar sobre las rocas:
el largo día avanza hacia su fin; la lenta luna asciende;
los hondos lamentos son ya de muchas voces.
Venid, amigos míos, no es demasiado tarde para buscar un mundo nuevo.
Zarpemos, y sentados en perfecto orden
hiramos los resonantes surcos, pues me propongo
navegar más allá del poniente y el lugar en que se bañan
todos los astros del occidente,
hasta que muera.
Es posible que las corrientes nos hundan y destruyan;
es posible que demos con las Islas Venturosas,
y veamos al gran Aquiles, a quien conocimos.

A pesar de que mucho se ha perdido, queda mucho;
y, a pesar de que no tenemos ahora el vigor
que antaño movía la tierra y los cielos, lo que somos, eso somos:
un espíritu ecuánime de corazones heroicos,
debilitados por el tiempo y el destino,
pero con una voluntad decidida
a combatir, buscar, encontrar y no ceder.
(A. TENNYSON, Ulises, 1833).

Alfred Lord Tennyson
Alfred Lord Tennyson (1809-1892)


Solón de Atenas

Cada cual a su modo se afana. Uno recorre el mar rico en peces deseando llevar en sus naves riqueza a su casa. Azotado por terribles vientos no busca abrigo ninguno para su vida. Otro [...] en cambio, ara la tierra llena de árboles y trabaja a jornal todo un año. Otro [...] se gana el sustento con sus manos, otro conociendo las normas del arte poética. A otro lo hizo adivino el rey Apolo, el flechador, y ve la desgracia que desde lejos a un hombre lo acecha [...] Otros, los médicos [...]
(SOLÓN, Fr. 1 D v. 43 y ss.)

Y vosotros, los que siempre hasta hartaros tuvisteis riquezas, sosegando el violento corazón dentro del pecho, contened vuestra arrogancia. Pues son ricos muchos malvados y hay muchos buenos que de todo carecen. Mas nosotros no cambiaremos la virtud por la riqueza, pues aquella está firme, mientras que la riqueza ora uno, ora otro la posee.
(SOLÓN, Fragmento 5D)
Kaspar von Zumbusch
Representación alegórica de la fuerza. Kaspar von Zumbusch, Munich 1875. Memorial, Maximiliano II de Baviera

Arranqué de la negra tierra los mojones hincados por todos los lugares; de una tierra que antes era esclava y ahora libre. A Atenas, nuestra patria [...] devolví a muchos hombres que habían sido vendidos con razón o sin ella y a otros que, obligados a exiliarse por su extrema pobreza, habían olvidado ya la lengua de Atenas. A otros que aquí mismo sufrían vergonzosa esclavitud, temblando ante el humor de sus amos, los hice libres. Todas estas cosas las hice poniendo en armonía la fuerza y la justicia [...] También escribí leyes igual para el plebeyo que para el noble, aplicando a ambos una justicia recta [...] Si yo hubiera hecho un día lo que a unos agradaba, y lo que a los contrarios al día siguiente, de muchos hombres esta ciudad hubiera quedado viuda. Así que, buscando ayuda en todas partes, me revolví como un lobo en medio de los perros.
(SOLÓN, Fragmento 24D)
Constitución de Solón


Constitución de Solón

Cavafis

Sin miramientos, sin pudor, sin lástima
altas y sólidas murallas me han levantado en torno.
Y ahora, aquí estoy, quieto y desesperándome.
No pienso en otra cosa: este destino me devora el alma;
porque yo muchas cosas tenía que hacer fuera.
¡Ay, cuando levantaban las murallas, cómo no me di cuenta!
Pero nunca oí ruido ni voces de albañiles.
Imperceptiblemente me encerraron fuera del mundo.
(C. Cavafis).