Homero, Ilíada, 21.462 y ss.

Apolo a Poseidón

“¡Terriseñor!, no me contarías por sano de juicio, 
si fuese por mor de mortales a entrar en liza contigo, 
míseros, que, semejos a hojas, tan pronto en su brío 
verdecen de vida, comiendo de mies del campo aradío, 
tan pronto sin fuerza se van marchitando. No, sino hito 
pongamos aquí a la lid, y ellos lidien entre sí mismos.” 
Tal en hablando, la vuelta se dió; pues venir con su tío 
hermano-de-padre a las manos tenía por desatino.


Le riñe a su hermano Ártemis por haber así cedido y dejado la gloria a Poseidón.

Mas bien le riñó su hermana, la que es de las fieras señora, 
Ártemis montaraz, y le habló con bierva afrentosa: 
“Huyes pués, obrilueñe, y ya a Posidón le das toda 
la palma sin más, y de balde lo has puesto en tal vanagloria. 
¡Necio de tí!, ¿a qué llevas el arco a tontas y locas? 
Que ya de hoy más en las salas del padre nunca te oiga
dártelas, como solías allí entre dioses y diosas, 
de que a Posidón a luchar le hacías frente de sobra.”
Tal dijo; y no respondió el obrilueñe Apóline cosa. 
Mas, enfurecida, la augusta de Zeus hermana y esposa
la denostó con palabras de ultraje a la Flechadora:
“¿Cómo ante mí, perra tú sin pudor, esperas ni osas 
irte a plantar? Dura soy para tí para hacerme la contra, 
por arco que quieras portar, porque para mujeres leona 
Zeus te hizo ser y te ha dado el matar a la que se te antoja. 
A fe que es mejor cazar por los montes lobas o zorras 
y ciervas montesas que entrar a la lid con más poderosas. 
Pero, si quieres probar de la guerra, a fin que conozcas 
cuánto mejor soy que tú, ya que así en poder te me afrontas...” 
Dijo, y le asía ambos brazos por las muñecas a rosca
con la su zurda, y el arco del hombro arrancó con la otra;
que tras las orejas con él le atizaba, muy reïdora, 
según ella se revolvía; y las flechas caíanle en ronda; 
que al sesgo escapó llorando la dea, tal que paloma 
que, a un vuelo de halcón, se ha metido volando a cuéncava roca 
en un recoveco, y no era ser presa su hado ni hora: 
tal ella, dejando su arco allí mismo, huyó lacrimosa. 
Y dijo a Letó el dios mataogros guía-de-sombras: 
“¡Letó!, y yo contigo no voy a luchar; que con las esposas 
de Zeus nubipastoreante enredarse es áspera cosa. 
No, sino bien a tu gusto ufanarte entre dioses y diosas
puedes de que has ganado de mí por fuerza vitoria.”
Tal dijo él. Mas Letó recogía el arco y airosas 
flechas, caídas en tromba de polvo, aquí una, allí otra; 
y, tras de las armas coger de su hija, tornábase sola. 
Mas ella al Olumpo llegaba, de Zeus a la brónciga alcoba; 
y en las rodillas del padre sentábase, niña llorosa, 
temblándole en tomo el divino cendal; y, tomándola contra 
sí, padre Zeus preguntándole iba en risa y lisonja:
“¿Quién de los cielos a tí, niña mía, te ha hecho tal cosa,
tan sin razón? ¿Quién va a haber que haciendo algo malo te coja?”
Al cual le repuso la belcoronada Alaridora:
“Me ha, padre, a mí sacudido Hera braciblanca tu esposa, 
que es de la que entre los dioses proviene riña y discordia.”
Tal como eso estaban hablando uno con otra. 
Y en tanto, Apóline Febo entró al santo burgo de Troya: 
pues cuido le daba el recinto del alta ciudad poderosa, 
no la arrasasen tal día los Dánaos, aun a deshora. 
Y a Olumpo los otros siempre-vivientes dioses de torna 
se fueron, ceñudos los unos, los otros llenos de gloria,
con Zeus nubinegro a sentarse a la ronda.

Cuadro 1. Griego. Latín. Español

Cuadro 2. Griego. Latín. Español

Hola, buenos días. 
Durante estas primeras sesiones del curso hemos estado hablando de dos mundos contrapuestos, el minoico y el micénico, que, en un momento dado, se encontraron. Hemos visto también que en Creta (aunque no sólo en Creta) se generó y desarrolló un mundo cuya esencia no estaba en el agón, es decir, en el enfrentamiento, la competición y, en último término, la guerra. Creo que he aportado algunas pruebas o, al menos, algunos indicios de que esto no es una mera suposición, sino una hipótesis fundamentada que todavía fundamentaremos más a lo largo de las próximas clases.
Hoy he recordado dos citas que, en mi opinión, pueden arrojar todavía más luz en este sentido. Se trata de las dos únicas veces que aparece la palabra ματρίς (matria) en toda la literatura griega conservada. Salvo en estas dos citas, los griegos se refieren a su tierra natal como πατρίς (patria).
La primera es de la República de Platón. Hablando del Estado, concretamente del tirano y de la tiranía, dice:
[...] Así castigará a la patria, introducirá nuevos amigos que esclavizarán...] a la querida patria, o matria, como dicen los cretenses. (Platón, República, 575d).
Plutarco, unos 400 años después que Platón, afirma lo mismo en una curiosa obra titulada Sobre si el anciano debe intervenir en política. En ella dice:
Pero la patria, o la matria, como dicen los cretenses, [...] es longeva, pero no está libre de vejez ni es autosuficiente, (Plutarco, Sobre si el anciano..., 792e).
Las dos únicas veces que la palabra matria aparece en la literatura griega conservada hacen alusión al caso de Creta, al recuerdo que, milenios después de la desaparición de los palacios minoicos, debía de permanecer todavía en la memoria de los cretenses. Algo que llamó la atención de Platón y, después, de Plutarco, que, probablemente, toma la referencia del propio Platón.
Bueno, son dos argumentos más.
Un abrazo. Buenos días y salud.
Bernardo Souvirón Guijo
bsouvironguijo@gmail.com
16 noviembre 2021

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