Homero, Ilíada, 6.440 y ss.

HOMERO: GUERRA Y CIVILIZACIÓN PATRIARCAL
Homero: el gran transmisor.

  • John Chadwick y Homero. En un capítulo de El mundo micénico dice literalmente:
Lo que merece la pena recordar respecto a Homero, es que se trataba de un poeta, no de un historiador. La verdad poética y la verdad histórica son dos cosas bastante distintas... Buscar un hecho histórico en Homero es tan vano como medir las tablillas micénicas en búsqueda de poesía; pertenecen a universos diferentes.[1]


DESPEDIDA DE HÉCTOR Y ANDRÓMACA  

Y a ella el gran Héctor, el yelmirisado, habló de su boca:
“a fe, que eso todo me cuida mujer; pero mal me sonroja
que crean de mí los Troes y Tróades manto-de-cola
que como vil de la guerra quizá me aleje y esconda;
ni el corazón me lo manda: que a ser de pro y de honra
siempre aprendí, y a luchar entre los primeros de Troya,
guardando la gloria del padre y también ganando la propia.
Pues bien lo sé yo de mi seso y en mis entrañas más hondas:
día vendrá que se hunda la santa Ilio y su gloria,
y Príamo, y gentes del fortilancero Príamo todas.
Mas no tanto el mal de los Troes tras mí que queden me importa
ni de Hécuba ni de Príamo rey la suerte que corran
ni de mis hermanos los muchos y bravos que bajo la horda
de los enemigos caigan al polvo en tal mala hora
cuanto de tí, cuando venga un Aqueo brónciga-cota,
que lagrimeando te arrastra y de libertad te despoja;
y aun puede que en Argos tejiendo el telar te veas de otra
y agua trayendo de fuente tal vez tesalia o laconia,
bien mal de tu grado; mas ley pesará sobre tí poderosa;
y alguno habrá quizá que te diga al verte toda llorosa:
“De Héctor he ahí la mujer, el que era primero en la tropa
de Troes potridomantes, cuando era la guerra de Troya”.
Así dirá alguno, y a ti te entrará una nueva congoja
por falta del hombre que a salvo de vida de esclava te ponga.
mas a mí ¡bien muerto me cubra la tierra en mi fosa,
antes que a ti arrastrada te vea y tus gritos que oiga!
6.466 y ss.
Tal en diciendo , al niño fue a hacerle una carantoña
Héctor preclaro; y al aya belcinta el niño chillando
atrás se le echó asustado a la facha del padre
y la sombra, temiendo del bronce y la cresta corcelifosca
al verla terrible del alto del yelmo agitándose en ondas;
y el padre se echó a reír, y con él la madre y señora.
Al punto quitó el bravo Héctor de su cabeza briosa
el yelmo, y en tierra lo puso fulgiendo en toda su gloria;
y ya que a su hijo besó y le hizo hacer en sus manos cabriolas,
a Zeus y a los otros dioses en rezo habló de su boca:
“Zeus y los dioses demás, otorgad que a mis votos responda
este hijo mío, en ser como yo y de los Troes corona
y tal de bravos en sus bríos, y sea rey sobre Troya,
y alguna vez uno diga: ‘mejor que el padre y con sobra’,
al verlo de guerra volver, y armas traiga en sangre aún rojas
de un hombre que haya matado, y se goce la madre en su gloria”.
6. 490 y ss.
Mas ¡ea, véte a la casa, y allí tu atiende a tus obras,
al huso y la rueca y telar, y ordena a las servidoras
que hagan la jera avanzar!; que a los hombres guerra les toca,
a todos, y a mí el que más, los que son nacidos en Troya”.
Tal en hablando tomó el claro Héctor el yelmo de torna
el corcelicrespo; y camino a su casa iba yendo la esposa,
los ojos a trechos volviendo, en florido llanto llorosa.


[1] J. Chadwick, El mundo micénico, pp. 235 y 236.

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