ἐπάμεροι. τί δὲ τις; τί δ' οὔ τις; σκιᾶς ὄναρ ἄνθρωπος.
Seres de un día. ¿Qué es uno? ¿Qué no es? El hombre es el sueño de una sombra. (Píndaro, Nemea, 8. 95).
κτῆμά τε ἐς αἰεὶ μᾶλλον ἢ ἀγώνισμα ἐς τὸ παραχρῆμα ἀκούειν ξύγκειται
“Nosotros hemos experimentado una gran época de racionalismo, marcada por adelantos científicos más allá de todo lo que en épocas anteriores se hubiera creído posible, y que ha enfrentado a la humanidad con la esperanza de una sociedad más abierta que ninguna otra que jamás haya conocido.Y en los últimos cuarenta años hemos experimentado asimismo algo más: los síntomas inequívocos de un retraimiento ante esta perspectiva.¿Qué significan este retraimiento y esta duda? ¿Es la vacilación que precede al salto, o el comienzo del pánico fugitivo? Sobre una cuestión de tal naturaleza un simple profesor de griego no es quién para opinar. Pero puede hacer una cosa. Puede recordar a sus lectores que una vez en la historia un pueblo cabalgó hacia ese mismo salto, cabalgó hacia él y rehusó darlo. Y puede rogar a sus lectores que examinen todas las circunstancias de esa negativa.¿Fue el caballo el que se negó, o el jinete? Esta es en realidad la cuestión crucial. Personalmente creo que fue el caballo, es decir, los elementos irracionales de la naturaleza humana que gobiernan sin nuestro conocimiento una parte tan grande de nuestra conducta y una parte tan grande de lo que creemos nuestro pensamiento. Y si tengo razón en esto, puedo ver en este hecho razones para esperar.Los hombres que crearon el primer racionalismo europeo no fueron nunca ‘meros’ racionalistas, es decir, fueron profunda e imaginativamente conscientes del poder, el misterio y el peligro de lo irracional. Pero sólo podían describir lo que acontecía por debajo del umbral de la conciencia en un lenguaje mitológico o simbólico; no tenían instrumento alguno para entenderlo, menos aún para controlarlo, y en la Época Helenística muchos de ellos cometieron el error fatal de creer que podían ignorarlo.El hombre moderno, por el contrario, está empezando a adquirir ese instrumento. Está todavía muy lejos de ser perfecto, y no siempre se le maneja con habilidad. En muchos campos, incluso en el de la historia, sus posibilidades y sus limitaciones están aún por probar. No obstante, parece ofrecer esperanzas de que, si lo usamos sabiamente, llegaremos por fin a comprender mejor a nuestro caballo; de que, comprendiéndolo mejor, podremos, mediante un entrenamiento mejor, vencer su miedo, y de que, venciendo el miedo, caballo y jinete darán un día ese salto decisivo, y lo darán con éxito”.
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Alfred Lord Tennyson (1809-1892) |