Homero y la poesía épica

Homero

Homero es el más extraordinario de los misterios del pasado. Sinceramente, no sé si alguien ha tenido una influencia más profunda y duradera que él a lo largo de toda la historia de occidente, lo que no deja de ser increíble teniendo en cuenta que apenas sabemos de él más que su nombre. Pero ésta es, quizá, una de las características más sobresalientes de la antigüedad: interesa la obra de los hombres, no sus vidas privadas. Por más que alguien investigue, por más que uno se esfuerce por intentar reconstruir la vida privada de alguna de las personas que protagonizaron la historia de Grecia, lo único que encuentra es la frustrante sensación que produce la ausencia de datos.
Sin embargo, las fuentes antiguas son profusas a la hora de ofrecernos información sobre la dimensión pública de quienes tuvieron una influencia relevante en el desarrollo de los hechos históricos. ¡Qué diferencia con nuestro tiempo, en el que parecen importar más los detalles de la vida privada que las aportaciones al desarrollo común! ¡Qué diferencia con nuestro tiempo, en el que buena parte de los medios magnifican los detalles triviales que caracterizan la vida de personajes insignificantes, cuyo único mérito es estar dispuestos a vender cada instante de su existencia!
¿Quién era Homero? ¿Qué podemos decir con seguridad sobre su vida? Veamos.

La poesía de los aedos


La Ilíada y la Odisea son obras que la literatura científica califica como “épicas”. El término poesía épica está relacionado con el adjetivo ????? (epiké), utilizado por primera vez por Dionisio de Halicarnaso (historiador y experto en crítica literaria que vivió en Roma a caballo de los siglos I antes y después de Cristo) en su obra Sobre la composición literaria (22). La palabra épica es, en efecto, un derivado del sustantivo ????, término que significa literalmente ‘palabra’ o ‘aquello que se cuenta mediante la palabra’. El propio Homero emplea a veces esta palabra relacionándola con ????? (mýthos), acentuando con ello el carácter narrativo de este tipo de poesía.
Sin embargo, las palabras que definen realmente la poesía homérica no son ???? ni ?????, sino ????? (aeído) ‘cantar’ y ?????? (aoidós) ‘aedo’ o ‘cantor’. Así pues, la primera pregunta que debemos formularnos es ésta: ¿qué era un aedo?
-Lo primero que sabemos es que se trata de un oficio y que, al menos en cierta medida, los aedos son profesionales. Son equiparados muchas veces con otros artesanos, como carpinteros, adivinos o, incluso, curanderos, y muy probablemente pueden organizarse en asociaciones parecidas a lo que conocemos como gremios, como parece demostrar la existencia de los llamados Homéridas de la isla de Quíos. Sin embargo, es un  hecho también que cualquier persona podía cantar canciones épicas, tal como sucede cuando llegan a la tienda de Aquiles los embajadores enviados por los aqueos (Ilíada 9.185), que se encuentran al propio Aquiles cantando al son de una ??????? (fórminx, instrumento de cuerda parecido a un laúd o a una lira pequeña) en compañía de Patroclo, que toma el relevo  ante la llegada de los embajadores.
- Parece que abundaban los aedos ciegos, como Demódoco, el cantor que amenizaba las veladas en la corte de Alcínoo, rey de los feacios (Odisea 8.63).
- Los aedos cantan. Suelen acompañar su canto con un instrumento de cuerda, a cuyo ritmo bailan algunas veces coros de jóvenes (Ilíada 18.590, 8.262, 378).
- Sabemos también que alguna divinidad los inspira. Este hecho no debe extrañarnos, pues el aedo está tocado por una de las “locuras sagradas”, la locura poética, que le permite, igual que a los adivinos, conocer cosas que los demás mortales no pueden saber. Por eso un aedo se parece a un adivino, pues su arte le permite saber lo que ha pasado, igual que la locura mántica (o adivinatoria) permite al adivino sabe lo que va a pasar. Ésta es la razón por la que el aedo es llamado con frecuencia ?????, ‘divino’, o ??????, ‘que habla inspirado por los dioses’.
- Ahora bien, el aedo no es una especie de funcionario del palacio de un rey, como ha llegado a afirmar algún estudioso. Cuando Ulises llega a la corte de Alcínoo, en la isla de Esqueria, el monarca debe enviar a un heraldo para que busque al ????? Demódoco, que no forma parte de la corte. Por el contrario, parece que los aedos llevaban una existencia ambulante yendo de pueblo en pueblo, y que no sólo cantaban en los palacios o en las casas principales, como hace Demódoco en el palacio de Alcínoo o Femio en el de Ulises, sino también en las plazas de los pueblos (Odisea 8.97 y ss, 109 y ss, 256 y ss.), ante auditorios menos refinados.
- Los aedos cantan los ???? ?????? (’gestas de los hombres’). Algunas de estas gestas son antiguas y conocidas, y están perfectamente fijadas por la tradición. Otras, sin embargo, son recientes y producen en la audiencia el asombro de lo desconocido. Por lo demás, es muy probable que la innovación formara parte también del quehacer cotidiano de estos cantores. Así, por ejemplo, Femio narra a los pretendientes de Penélope el “luctuoso regreso” de los aqueos, un tema reciente que tiene poco que ver con gestas heroicas. Ante la extrañeza de su madre, Telémaco le explica cómo las gentes gustan también de oír cantos novedosos.
- Así pues, había un repertorio sobre el que podía innovarse constantemente. El propio Ulises le pide a Demódoco (Odisea 8. 487) que cante el episodio del caballo de madera en la toma de Troya, única referencia en los poemas homéricos a este famosísimo episodio de la guerra. En otra ocasión, el propio Demódoco canta ante el pueblo, no ante la corte, y no elige un tema heroico sino burlesco: los amores furtivos de Ares y Afrodita, sorprendidos in flagranti por el marido de ésta, Héfesto (Odisea 8. 266 y ss).

Aedos y rapsodas en Grecia


En torno al siglo VII a. C. se produjo en Grecia un cambio fundamental en la ejecución de la poesía épica: los poemas dejaron de ser cantados y fueron objeto de simple recitación, casi con toda seguridad sin acompañamiento musical. El recitador fue llamado ????????, ‘rapsoda’, una palabra interesante que merece un pequeño comentario.
???????? es un vocablo compuesto, resultado de la unión de dos términos. El primero de ellos se relaciona sin duda con el verbo ????? (rápto), cuyo significado es ‘zurcir’. El segundo está emparentado con el sustantivo ??? (odé), cuyo significado es ‘canto’. Así pues, rapsoda podría significar literalmente ‘zurcidor de cantos’. Sin duda, la palabra alude a la tarea de “zurcir” o empalmar unos cantos con otros o, incluso, diferentes partes de un mismo canto, lo que daba al rapsoda la posibilidad de alterar el orden de su relato.
A diferencia del aedo, el rapsoda no canta, sino que recita. Para ayudarse en esta tarea, lleva consigo un bastón con el que golpea el suelo para marcar el ritmo del verso. De esta manera, la cadencia de las palabras, el ritmo interno del lenguaje épico, podían sustituir el acompañamiento musical que secundaba siempre el canto del aedo.
La primera mención de un rapsoda está en Heródoto (5.67.1), que nos informa de competiciones basadas en la recitación de poemas homéricos en la región de Corinto, ya en el año 600 a. C. Sin embargo quizá Hesíodo (que vivió probablemente en el siglo VII a. C.) fuera ya un rapsoda, pues él mismo nos dice  (Teogonía 30) que las Musas le dieron un bastón, no una lira.
Así pues, la Ilíada formaba parte de este mundo de la épica griega, cuya historia tiene dos fases: una primera, creadora y oral, propia de los aedos o cantores, y una segunda, reproductora, propia de los rapsodas que recitaban textos fijados por escrito. Como hemos visto, aunque los rapsodas dependían de un texto escrito aprendido de memoria, podían introducir interpolaciones, hacer cambios e, incluso, supresiones.

Poesía homérica, poesía oral: los trabajos de Parry y Lord


La poesía homérica era oral y, probablemente, estaba todavía viva (en fase de creación y recreación) en época del propio Homero. Partiendo de esta hipótesis, Milman Parry, estudioso norteamericano de educación francesa, estableció su teoría de la composición oral y formular de la poesía épica antigua. En realidad, Parry había estudiado ya en su tesis doctoral el mundo de los epítetos homéricos, y había establecido que muchos de ellos se repetían constantemente en el texto, con el firme objetivo de facilitar el trabajo del aedo, que podía así aprenderse de memoria una buena cantidad de ellos y utilizarlos a su antojo, mezclándolos en el texto cuando le parecía adecuado. En realidad, tener en la cabeza un repertorio de fórmulas facilitaba también el trabajo memorístico y, con toda seguridad, daba a los aedos tiempo para recordar los pasajes que pretendían narrar.
Entre los años 1933 y 1935 M. Parry intentó probar su teoría acerca de la naturaleza oral y formular de los poemas homéricos con la ayuda de Albert Lord, profesor de literatura eslava en Harvard. Ambos partieron hacia la antigua Yugoslavia, a la región de Novi Pazar, donde en el año 1389 había tenido lugar la famosa batalla de Kosovo entre los estados cristianos albano-serbios, al mando del príncipe Lazar y los turcos otomanos, al mando del sultán Marad I.

Un "guslar" serbio
Parry fundamentó su teoría sobre la poesía oral homérica escuchando y estudiando a los "guslari" serbios.

Parry y Lord comprobaron que la batalla de Kosovo había dado lugar a una cierta cantidad de poemas épicos. Estos poemas solían ser recitados por los guslari (bardos) serbios, auténticos “aedos” que, con frecuencia, eran completamente analfabetos. Sin embargo, la utilización del estilo formular les permitía construir composiciones épicas de miles de versos, gracias al sabio manejo de un repertorio de fórmulas que aplicaban según la técnica que el propio Parry había supuesto en sus estudios anteriores. Aún más, Parry y Lord llegaron a la conclusión de que estos guslari no habrían podido desarrollar nunca su talento exclusivamente mnemotécnico (es decir, basado en el ejercicio de la memoria), si hubiesen aprendido a leer y escribir.
Después de dos años de trabajo, Milman Parry llegó a registrar varios cientos de epopeyas, catalogadas hoy en la Milman Parry Collection de la Biblioteca Widener de Harvard. Desgraciadamente, Parry murió prematuramente en 1935 a causa de un disparo accidental. Este hecho infortunado le impidió proseguir sus investigaciones, fundamentales hoy día para comprender la naturaleza de la épica homérica. Sus trabajos, sin embargo, fueron reunidos en el año 1971 bajo el cuidado de Adam Parry, su hijo, y publicados en 1987 por Oxford University Press bajo el título The Making of Homeric Verse: The collected Papers of Milman Parry.
La investigación, sin embargo, fue continuada por Albert Lord, autor de un sugestivo libro titulado The Singer of Tales (El cantor de cuentos), publicado en   Cambridge, Massachusetts, por Harvard University Press en 1960).
Pues bien, las conclusiones que podemos deducir de los trabajos de investigación de Parry y Lord son las siguientes:
a) La épica viva siempre es cantada, con acompañamiento musical. Con frecuencia es el propio autor quien lo hace.
b) La métrica no se basa en la estrofa, sino en el verso repetido indefinidamente.
c) El aedo dispone de un repertorio de fórmulas que pueden abarcar parte de un verso, un verso entero o, incluso, grupos de versos.
d) Se trata de poesía completamente narrativa, cuyo tema son las gestas de personas del pasado. Incluso Tácito, el gran historiador romano nos informa en su Germania (2-3) de la existencia de este tipo de poesía entre las tribus germanas. Igual ocurre con las literaturas medievales europeas: Cantar de Mío Cid, Chanson de Roland, etc.
e) El cantor no se basa en un texto fijo que haya aprendido de memoria, sino que improvisa con la ayuda de las fórmulas, que sí ha aprendido de memoria. Se ha experimentado en este sentido, grabando a un mismo cantor, y se ha comprobado que la improvisación, sobre tema conocido y con la ayuda de fórmulas aprendidas, es la conducta habitual.
Así pues, la obra de Homero depende en gran medida de la tradición oral anterior, que se remonta muchos siglos atrás. Sólo así puede explicarse el hecho de que la quinta parte de los poemas homéricos esté compuesta por versos que se repiten enteros. Y no sólo eso; entre los 28000 versos atribuidos a Homero hay innumerables frases formularias repetidas.
Otros muchos “desajustes” de los textos homéricos pueden explicarse perfectamente por el carácter oral de su obra. Algunas veces, en efecto, hay referencias a episodios extraños a la propia acción del poema. Tales episodios quizá estuvieron en otros cantos en relación con Troya y,  finalmente, no fueron incluidos en el cuerpo central de los poemas. Así en Ilíada 9.355 Aquiles habla de un duelo con Héctor en el que éste logró escapar a duras penas. Sin embargo, nada sabemos de tal duelo.
Otro rasgo típico de la poesía oral, ajena a la fijación que supone la escritura, es que, algunas veces, hay dos versiones del mismo episodio. Otras veces aparecen contradicciones. Sin embargo, las contradicciones no son ajenas ni siquiera a la literatura escrita. Así, por ejemplo, Cervantes nos presenta en un pasaje de su Quijote a Sancho montado en un asno que le habían robado previamente en Sierra Morena.
Los errores y desajustes de los poemas homéricos son una deuda inevitable, contraída con la fase oral de su contenido, pues la literatura oral está caracterizada por la imposibilidad de volver atrás y corregir. Este hecho explica que en el corpus general de la obra abunden las repeticiones, las frases formulares e, incluso, desajustes y errores de narración.
Somos nosotros, los que, algunos milenios después, leemos atentamente miles de versos que, al estar fijados por escrito desde hace tiempo, no han de sufrir ya más alteraciones. Somos nosotros, que leemos pero no oímos a Homero, los que percibimos unos desajustes que, sin duda, pasaban desapercibidos al auditorio de los aedos.

La épica micénica


La conquista de Troya debió de impresionar tanto a las gentes de la época que, casi de inmediato, empezó a formar parte esencial del repertorio de la poesía épica, eclipsando con su presencia la memoria de otros temas. Es lógico, pues, suponer que la épica homérica arranca de época micénica, pues, además, en los versos de Homero se describen objetos y ciudades que no existían en época posterior y que eran completamente desconocidas para un griego de los siglos VIII o VII a. C.

Áyax cadáver de Aquiles
Áyax, llevando sobre sus hombros el cadáver de Aquiles.
En presencia de Hermes y Atenea, Áyax carga con el cadáver de Aquiles. Detalle de un vaso del llamado pintor de Antímenes. Siglo VI a. C.

Sin embargo, creo que podemos afirmar que la poesía oral micénica arranca no de la guerra de Troya, sino de mucho antes. Ésta razón explicaría que en los poemas homéricos se mencionen objetos que habían caído en desuso ya antes de la época de la guerra de Troya (en el siglo XII a. C. según la cronología tradicional). Tal es el caso del gran escudo “grande como un castillo” que protege el cuerpo de Áyax, hecho con siete pieles de buey. Hoy sabemos que este tipo de escudo dejó de usarse aproximadamente en el año 1350 a. C. Igual ocurre con el casco que Meriones cede a Ulises (Ilíada 10.260), hecho con colmillos de jabalí sobre una estructura de cuero. Dejó de usarse en el siglo XIV a. C., y ningún aedo de fecha posterior pudo verlo por sí mismo.

Casco hecho con colmillos de jabalí. Museo de Iráklio. Creta.
Casco hecho con colmillos de jabalí. Museo de Iráklio. Creta.

Hay también argumentos lingüísticos, surgidos de la interpretación de algunos textos del Silabario Minoico Lineal B, la lengua escrita de los micénicos. Así, por ejemplo, el jefe de unidad militar que se apresta para la defensa del palacio de Pilo se llama ????, ‘Troyano’. En otros pasajes aparecen con frecuencia nombres que son atribuidos a famosos  guerreros del ciclo épico: Áyax, Eteocles, Orestes, Aquiles, Héctor..., lo que implica que estos nombres eran conocidos e, incluso, populares.
Así pues, los poemas homéricos hunden sus raíces en una tradición oral que muy probablemente es todavía más antigua que la micénica.

Homero


En realidad, seguimos ignorando las causas que movieron a un aedo a fijar por escrito los versos objeto de su canto. Quizá la razón esté en la introducción del aulós, la flauta, que obligaba a disociar letra y música, que ya no podían ser ejecutadas por la misma persona.
¿Sería ya el autor de la Ilíada un rapsoda, como algunos han supuesto? ¿Cómo se presentaba por escrito la Ilíada antes de que el gramático Zenódoto, primer director de la biblioteca de Alejandría, primer editor crítico de la obra de Homero, la dividiera en 24 cantos en el siglo III a. C.?
La personalidad de Homero, se nos escapa por completo, pues nunca asoma a través de su obra, y en relación con su época hay tradiciones que van desde considerarlo contemporáneo de la guerra de Troya hasta hacerlo vivir en el S. VIII a. C. o, incluso, en el VII. Unos lo consideran originario de Esmirna, otros de Quíos.
La idea de que Homero es natural de la isla de Quíos nace al considerarlo autor del Himno a Apolo Delio. En efecto, el autor de esa obra habla de sí mismo como “hombre ciego que habita en Quíos”. Al atribuirse este poema a Homero, la tradición lo vinculó con la isla y lo hizo aparecer como ciego. De hecho, sabemos de la existencia (atestiguada desde muy antiguo) en Quíos de una escuela de rapsodas profesionales que se llamaban, como ya he dicho, “Los Homéridas”, los “Hijos de Homero”. Afirmaban con orgullo ser sus descendientes y tener en custodia los textos de sus poemas.
¿Era Homero el tipo de rapsoda ambulante, ciego, pobre, que sólo recibe ingratitud en pago a su talento? Sabemos que Homero significa ‘Rehén’. ¿Hace este nombre referencia a la condición de rehén del autor de la Ilíada? ¿Es Homero uno de los innumerables nombres propios parlantes del griego? Y de ser así ¿de quién o de qué era rehén Homero? [1]
En cualquier caso, el rehén, el prisionero, el hombre que se oculta detrás de un velo de silencio, se convirtió con el tiempo en el educador de Grecia, llegando a ser una de las figuras más influyentes de la historia. Mas, por encima de todo, Homero nos enseñó para siempre que las palabras escritas, el arte de escribir, puede hacer que la historia perviva para siempre.
Homero nos ha abierto a todos el camino de la inmortalidad.



[1] En Hijos de Homero he tratado este tema con algo más de calma. A sus páginas remito al lector interesado.

7 comentarios:

Angel dijo...

Bernardo,

Disfruto con la belleza formal de tus textos, aprendo con su contenido y me haces pensar con tu enfoque, aunque a veces discrepo.
Si te entiendo bien, abogas por la separación de la vida pública y privada en el abordaje del personaje histórico. El modo actual en que la prensa escarba en lo escabroso de la vida privada de los personajes públicos parece reforzar lo oportuno de ese enfoque: al personaje histórico se le puede entender por su obra y por el contexto.
Sin embargo, creo que también es interesante adentrarse en la vida privada del personaje y a través de ella explorar sus debilidades y motivaciones, a veces muy distantes del resultado de sus obras (véase Temístocles). En esto Plutarco era un maestro. Yo creo importante no descuidar este enfoque, a riesgo de construir nuestra historia con mitos de mármol en vez de con personas de carne y hueso.

Bernardo Souvirón dijo...

Estoy de acuerdo con lo que dices, Ángel. La ausencia de datos privados en relación con los personajes de la Antigüedad es verdaderamente frustrante. En cualquier caso, creo que sólo podemos juzgar la parte pública de las personas, no la privada, como parece ocurrir en nuestro tiempo. Ojalá pudiéramos completar nuestro conocimiento con alguna noticia (al menos alguna) del ámbito privado.

Andrea dijo...

Te felicito de que tus textos sean fáciles de entender. Estaba haciendo un trabajo sobre Homero y la poesía épica y me ha costado encontrar una página que realmente me hiciera entender un poco su historia ya que mi profesora es lerda y no sabe explicar las cosas como tú lo has hecho. Gracias.

Animasmundi dijo...

El periódico de ayer, hoy resulta viejo; pero Homero siempre será eterno, inmortal.

Mirella Jose dijo...

Gracias por esta información, la necesitaba urgentemente. Gracias :D

Marvin valverde dijo...

Es interesante. Si Homero significa rehén cabe suponer que estuvo preso. Se presiente también que alguien compiló versiones de los aedos y con ellas formaron todo el cuerpo de la obra. También es inquietante el desface de la época que describe HOMERO con el escenario histórico de la guerra de Troya. Pueda que Homero siendo el autor no haya sido el escriba de la obra completa, pues alguien pudo darle unidad y coherencia mediante las fórmulas que mencionas. Marvin. Costa Rica. alamarval@yahoo.es

daniel dijo...

Yo quiero saber que fue lo que lo inspiro hacer poemas