Coro de ancianos persas

Están en la explanada del palacio real. A un lado, la tumba del Gran Rey Darío, padre de Jerjes.

Entrada del coro
Aquí estamos los llamados fieles de los persas, 
que han marchado a tierra griega, 
la guardia de los esplendentes palacios, llenos de oro,
a los que de vejez por privilegio, 
el mismo Jerjes rey, nacido de Darío,
hizo custodios de esta tierra.

Pero sobre el retorno del monarca
y de su tropa rica en oro, ahora,
[…] se turba mi corazón por dentro.
Porque toda la fuerza hija de Asia
partido ha y ladra en tomo a un joven
y ni un mensajero ni un jinete
llega a la capital de los persas:
aquellos que de Susa y Ecbatana
[…] fueron, unos a caballo,
otros en naves o marchando a pie,
formando fuerza de combate.

Es así como los caudillos de los persas,
reyes que son vasallos del Gran Rey,
marchan, jefes de tropa numerosa,
que matan con el arco, caballeros
temibles a la vista y en la lucha
por el valor tenaz de su ánimo.

Una tal flor del territorio persa
partido ha de varones,
por ellos la tierra entera de Asia
tras criarlos, de amor ardiente gime
y los padres y esposas, día tras día,
por el tiempo que pasa se estremecen.

Estrofas
Cruzó ya la que asola las ciudades,
la real armada, a la vecina
tierra que está en la otra ribera,
en balsas que ata el lino el mar salvando,
[…]
cual yugo echando a la cerviz del ponto.

Del Asia populosa el audaz jefe
hace que en todas direcciones
rebaño prodigioso avance,
confiado en quienes su ejército gobiernan
por tierra, y en los rudos jefes del mar,
él, un mortal igual a los dioses,
miembro de una raza nacida del oro.

Con su mirada sombría mirando,
ojos de serpiente sanguinaria,
miles de brazos gobierna, miles de naves,
avanza presuroso sobre un carro sirio
y lleva contra héroes famosos por su lanza
un Ares que triunfa con el arco.

Mas de nadie se espera que oponiéndose
a ese gran río de soldados, pueda
con unos fuertes diques poner freno
a la ola del mar indomeñable:
pues es irresistible la tropa de los persas,
su pueblo de corazón valiente.

Mas ¿qué hombre mortal del dios evitará el engaño?
¿Quién hay que con pie raudo dé un fácil salto 
con pleno dominio? Amistoso y halagador primero
el dios en su red al mortal atrapa
y no puede éste escapar de ella.

Mi alma está de luto
de terror se siente desgarrada
¡Ay del ejército persa!
Temo por la gran ciudad de Susa,
temo que vacía de hombres quede.

Toda la región de Cisa devolverá el eco;
una confusa multitud de mujeres ¡ay! proferirá el grito,
el duelo desgarrará sus finos vestidos de lino.

Los lechos se mojan de lágrimas
por la nostalgia de los esposos,
cada una de ellas, las mujeres persas
por el dolor se desalientan 
tras despedir a su esposo,
con el deseo amoroso con que aman
a su marcial, a su brioso esposo,
solas se quedan sin sus hombres.
¿Cómo estará Jerjes, el rey, nacido de Darío?
¿Vencerá el disparo del arco o ¿Ha prevalecido la fuerza de la lanza? 
(Esquilo, Persas, 1 y ss.)

Mujeres persas

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